Durante tres días de tensión y disturbios, la ciudad de Los Ángeles se ha visto como el escenario de intensas protestas contra las redadas de inmigración llevadas a cabo por el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE).

Estas redadas de ICE han generado un fuerte rechazo en diversas comunidades que intentaron frenar las detenciones masivas, desencadenando enfrentamientos con agentes federales.

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La jornada se caracterizó por la resistencia de activistas y miembros de la comunidad, quienes se congregaron en diversos puntos para impedir que los agentes federales continuaran con las capturas.

Sin embargo, las autoridades respondieron con contundencia: el uso de gases lacrimógenos y granadas aturdidoras permitió a los agentes dispersar a los manifestantes. Como saldo varios heridos entre los protestantes, algunos de los cuales fueron golpeados por balas de goma y afectados por los efectos de los artefactos explosivos.

El uso de tácticas de tipo militar por parte de las fuerzas federales resultó en un endurecimiento de los enfrentamientos, con el objetivo de garantizar la ejecución de las redadas y asegurar la salida de los detenidos.

La situación llevó a la intervención del presidente Donald Trump, quien envió 2,000 efectivos de la Guardia Nacional para apoyar la labor de los agentes de ICE y restablecer el orden en la ciudad.

Los disturbios se han convertido en un símbolo de la creciente polarización sobre las políticas migratorias de la administración Trump, con los enfrentamientos reflejando la profunda división en torno a la gestión de la inmigración ilegal en Estados Unidos.

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Las imágenes de los altercados, que incluyen enfrentamientos violentos y momentos de tensión, siguen circulando en redes sociales, mientras la comunidad espera una respuesta del gobierno para abordar la crisis.