En su primera homilía como sucesor de Pedro, el Papa León XIV, cuyo nombre es Robert Prevost, reafirmó el papel esencial de la Iglesia en un mundo cada vez más alejado de la fe.

Desde la Capilla Sixtina, frente al colegio cardenalicio, el nuevo pontífice ofreció un mensaje lleno de profundidad espiritual, centrado en la figura de Jesús como el Hijo de Dios vivo y en la misión transformadora de la Iglesia.

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“Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo”, afirmó con convicción, recordando la confesión de fe de San Pedro. El Papa subrayó que esta es la verdad que la Iglesia ha custodiado durante más de dos mil años a través de la sucesión apostólica, y que ahora él está llamado a proteger y anunciar, no por mérito propio, sino por la gracia de Dios.

León XIV insistió en que el rostro de Cristo debe ser anunciado no desde la magnificencia de los templos, sino desde la santidad del pueblo creyente, esa “ciudad puesta sobre el monte” que ilumina incluso en las noches más oscuras de la historia.

Durante su mensaje, reflexionó sobre la indiferencia moderna hacia la figura de Jesús, percibido por muchos como un personaje admirable, pero no como el Salvador. Afirmó que esa visión superficial está presente incluso dentro de la Iglesia, donde algunos bautizados viven “un ateísmo de hecho”.

“No faltan tampoco hoy los contextos en los que Jesús, aunque apreciado como hombre, es reducido solamente a una especie de líder carismático o a un superhombre, y esto no sólo entre los no creyentes, sino incluso entre muchos bautizados que de este modo terminan viviendo en este ámbito un ateísmo de hecho”, dijo.

Papa León XIV recuerda a Francisco

En un gesto de continuidad con su predecesor, citó al Papa Francisco, recordando su llamado a dar testimonio de una fe gozosa en medio de un mundo herido por la falta de sentido, la crisis de la familia y el olvido de la dignidad humana. “Este es el mundo que nos ha sido confiado”, afirmó León XIV, haciendo un llamado a renovar el compromiso evangelizador de la Iglesia.

“Este es el mundo que nos ha sido confiado, en el que como muchas veces nos ha enseñado el Papa Francisco, estamos llamados a dar testimonio de la fe gozosa en Jesús Salvador”, manifestó.

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Cerró su homilía evocando a San Ignacio de Antioquía, quien, camino al martirio en Roma, escribió: “Seré verdaderamente discípulo cuando el mundo ya no vea mi cuerpo”. Con esa misma entrega, el nuevo pontífice pidió la gracia de desaparecer para que solo Cristo permanezca, confiando su misión a la Virgen María, Madre de la Iglesia.