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Desalojo en templo de Aposento Alto enciende protesta y reclamos de feligreses

La Policía Nacional ejecutó este martes un desalojo en el templo de la Iglesia Aposento Alto, ubicado en la colonia El Pedregal, y desató una jornada de resistencia, oración y denuncia por parte de los feligreses. Entre cantos, lágrimas y pancartas, los miembros de la congregación se aferraron a las puertas del edificio que, aseguran, construyeron con su propio esfuerzo.

Los agentes llegaron al lugar con una orden judicial que favorece a la organización religiosa Asambleas de Dios, la cual reclama la propiedad del templo. La comunidad evangélica afectada respondió con una vigilia improvisada: oraron en voz alta, recitaron versículos bíblicos y rechazaron lo que consideran una apropiación indebida.

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“Esa gente no puso ni un ladrillo aquí. Nosotros vendimos comida, rifamos cosas, hicimos todo por levantar esta iglesia”, denunció una de las mujeres presentes. Los gritos de “¡No les pertenece!” se escucharon durante todo el operativo.

El conflicto comenzó en 2021, tras la muerte del pastor fundador Luis Alberto Cálix. Luego de su fallecimiento, su esposa Lastenia asumió el liderazgo, pero Asambleas de Dios la destituyó y reclamó el control del templo. Según el abogado Marlon Arévalo, la organización impuso como condición de afiliación el traspaso del inmueble a su nombre, una práctica que él califica como “estafa ideológica”.

Mientras el desalojo avanzaba, los feligreses denunciaron abuso legal, exclusión del proceso judicial y falta de voluntad para escuchar a la comunidad que mantiene viva la iglesia desde hace más de 28 años.

“No nos vamos a ir. Si tenemos que dormir en la acera, lo vamos a hacer. Esta es nuestra iglesia, la hicimos nosotros”, aseguró otro de los líderes religiosos entre cantos de alabanza.

Del otro lado, representantes de Asambleas de Dios defendieron su postura. Afirmaron haber demostrado en tribunales que la organización figura como propietaria legítima. Su vocero, el pastor Mario, aseguró que el templo seguirá abierto a la comunidad, pero bajo una nueva administración.

La congregación desplazada no confía en esa promesa y ya prepara nuevas acciones legales. Algunos propusieron resolver el conflicto con una votación abierta entre los miembros. Otros pidieron que la Corte revise el caso y escuche a quienes, durante décadas, han sostenido el templo con trabajo y fe.

El futuro del Aposento Alto sigue incierto, pero su comunidad no piensa rendirse. “Nos pueden sacar del edificio, pero no de nuestra fe”, concluyó una de las feligresas mientras sostenía su Biblia.

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