En un gesto profundamente simbólico, el papa Francisco será sepultado en la Basílica de Santa María la Mayor, uno de los templos más antiguos y venerados de Roma.

El pontífice, fallecido este lunes a los 88 años, había expresado su deseo de descansar eternamente en este santuario mariano, apartándose así de la tradición de los entierros papales en la Basílica de San Pedro.

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La decisión, comunicada oficialmente por el Vaticano, pone de relieve la intensa devoción de Francisco hacia la Virgen María, especialmente hacia el icono bizantino Salus Populi Romani (Salvación del pueblo romano), que se venera en este templo desde hace siglos.

Durante su pontificado, fue frecuente verlo rezar ante esta imagen antes y después de cada viaje apostólico, en un gesto que trascendía el protocolo para convertirse en un acto íntimo de fe.

Construida en el siglo V sobre el monte Esquilino, la Basílica de Santa María la Mayor es una de las cuatro basílicas pontificias de Roma y alberga en su interior valiosas reliquias cristianas, entre ellas fragmentos de madera que, según estudios recientes, podrían pertenecer a la cuna de Jesús.

También destaca su impresionante colección de mosaicos paleocristianos y su nave central, flanqueada por columnas jónicas que datan del periodo fundacional.

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La tradición cuenta que fue la propia Virgen María quien indicó milagrosamente el lugar donde debía levantarse la iglesia, apareciéndose en sueños al papa Liberio y a un noble romano llamado Giovanni.

Para confirmar la visión, una nevada cubrió el monte Esquilino el 5 de agosto, en pleno verano, dando origen a una de las leyendas más entrañables del cristianismo romano.

Con su sepultura en Santa María la Mayor, Francisco se suma a un reducido grupo de pontífices siete en total que han sido enterrados allí, siendo el último el papa Clemente IX en 1669. También reposan en el templo figuras como el célebre escultor Gian Lorenzo Bernini, autor de la columnata de la Plaza de San Pedro.

Este gesto final del primer papa latinoamericano reafirma la imagen de un pontífice cercano, humilde y profundamente mariano. Su última morada no será el corazón del Vaticano, sino un lugar de oración íntima y devoción popular, símbolo de su legado espiritual.