Ven amor, ven…
Hasta la mañana venidera
te daré un largo viaje;
la suavidad de mis palabras.
Ahora pues te daré
razones de mi boca,
anhelando tu corazón
se una a mis caminos…
Quiero ver tu miel,
Mujer extraña.
Guarda tus pechos
enlazados a tu cuello,
para que cuando duermas
el fuego de mi cuerpo,
quemé tu vestido.
Hasta ahora tú
has estremecido mis huesos,
llevándome al ojo del ave,
a tus labios, néctares y ensueños,
a tus años, el agua derramada
en mi pecho.
Por José Ortega
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