“No le tengo miedo a la muerte”: las palabras del Papa Francisco sobre el final de su vida
Desde hace años, el Papa Francisco reflexionó abiertamente sobre su muerte. No lo hizo con dramatismo, sino con la paz de quien entiende que la vida espiritual no termina, sino que se transforma. En una homilía pronunciada en 2019, el pontífice pidió al cielo una despedida digna: “Señor, prepara mi corazón para morir bien, morir en paz, morir con esperanza”. Con voz firme y tranquila, explicó que el Evangelio no pinta la muerte como una pérdida, sino como un encuentro amoroso con Dios. Para él, el final del camino significaba el abrazo definitivo del Creador.
Durante una misa en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco afirmó que “la muerte no tiene la última palabra”, destacando que vivimos en la esperanza de la resurrección a la vida eterna en comunión con Cristo. En su homilía, explicó que la muerte hace definitiva la encrucijada que ya está ante nosotros aquí en este mundo: hemos seguido la senda de la vida, es decir, aquella que nos lleva a la comunión con Dios; y la senda de la muerte, aquella que nos lleva lejos de Él. El Papa invitó a los fieles a reflexionar sobre el momento del final, es decir, de la muerte, y a estar preparados para el encuentro con el Señor.
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Jorge Mario Bergoglio nunca ocultó su fragilidad humana. Habló con honestidad sobre su salud, sus cirugías pasadas y los achaques que lo acompañaron desde joven. En una entrevista con el médico Nelson Castro, incluida en el libro La salud de los papas, reveló que imaginaba su muerte en Roma, sin miedo ni angustia. De hecho, fue el primer pontífice en hablar tan abiertamente sobre su estado físico y mental, rompiendo así un tabú histórico en la Iglesia. “Todos somos vulnerables”, repetía con frecuencia. “Y todos tenemos una puerta a la que el Señor llamará algún día”.
Sus palabras, lejos de sonar sombrías, ofrecían consuelo. Francisco invitó a los fieles a no temer, a ver el final como parte del plan divino. A sus 88 años, después de décadas dedicadas al servicio, partió en paz, fiel a lo que creyó, predicó y escribió. No quiso despedidas teatrales ni homenajes vacíos. Su verdadera herencia quedó en sus gestos, en su ejemplo y en esas frases que hoy resuenan con más fuerza que nunca: “La muerte es Él que viene a tomarnos de la mano y llevarnos con Él”.
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El deterioro de salud que condujo a la muerte del Papa Francisco
En los últimos meses, el Papa Francisco enfrentó múltiples complicaciones de salud que debilitaron progresivamente su cuerpo. A pesar de los dolores constantes y de una movilidad reducida que lo obligaba a usar silla de ruedas, nunca dejó de cumplir con sus compromisos ni de transmitir su mensaje de fe. Sufrió problemas respiratorios recurrentes, secuelas de antiguas cirugías y una fatiga que se intensificó desde inicios de este año.
El Papa Francisco vivió un deterioro constante en su salud. Arrastraba secuelas de una cirugía intestinal, sufría de dolores crónicos en la rodilla y el ciático, y enfrentaba serias dificultades respiratorias que se agravaron tras varios episodios infecciosos. Desde febrero, su equipo médico monitoreó una insuficiencia cardíaca progresiva, que en las últimas semanas le causó fatiga extrema y complicaciones pulmonares.
Murió en la madrugada del 21 de abril, en la residencia Santa Marta del Vaticano, a los 88 años, tras sufrir un paro cardiorrespiratorio. El Pontífice partió en paz, rodeado de su equipo más cercano, sin intervenciones invasivas, tal como lo había pedido. Su muerte marca el final de una era y deja al mundo con el eco de su voz serena: “No tengo miedo a la muerte… el Señor vendrá a tomarme de la mano”.