Cada fin de año, en Honduras, la tradición de los monigotes cobra vida en calles y barrios, llenando el ambiente de color, creatividad y significado.
Estas figuras, también conocidas como “Año Viejo”, son muñecos elaborados con ropa vieja, cartón, aserrín y, en algunos casos, pólvora, representando el año que termina.
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Los hondureños construyen estos monigotes como una forma simbólica de dejar atrás lo malo que ocurrió durante el año y recibir el nuevo ciclo con esperanza y optimismo. Muchos muñecos son caracterizados con figuras de políticos, personajes de la farándula o figuras populares que marcaron el año, lo que añade un toque de humor y crítica social a la tradición.
Al llegar la medianoche del 31 de diciembre, los monigotes son quemados en una ceremonia que simboliza la purificación y el inicio de una nueva etapa. Esta práctica no solo representa el cierre de un ciclo, sino que también fortalece los lazos comunitarios, ya que su elaboración y quema suelen ser actividades compartidas entre familias y vecinos.
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La tradición de los monigotes sigue vigente y, año tras año, se reinventa, mostrando que más allá del fuego y las cenizas, permanece un profundo sentido de identidad cultural y esperanza en el corazón de los hondureños.