Madres solteras, jóvenes, niños que huyen de la violencia en sus países. Vienen de Centroamérica y cerca de 200 de ellos continuaron el viaje hacia Estados Unidos y ya se encuentran en Tijuana, listos para pedir asilo.
La historia de Génesis: una joven madre soltera que viaja con su bebé de un mes de nacido en busca de una «mejor vida».
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Laura es madre soltera con cuatro hijos menores. Salió de La Ceiba, en la costa atlántica de Honduras, después de que un grupo del crimen organizado mató a su hermano y comenzó a amedrentarla, con amenazas.
«Lo más difícil fue cuando hace unas semanas le metieron fuego a mi casa». Ese incendio, según cuenta, le causó quemaduras a una de sus hijas. La certeza de que los pandilleros continuarían con los hostigamientos hizo que la familia prefiriera salir de Honduras y atravesar Guatemala para unirse a la caravana en la frontera con México. «Me vine con mis cuatro hijos para no arriesgarlos. En Honduras corren peligro».
Kevin, un jovencito de apenas 15 años, que quiere llegar a Estados Unidos para estudiar.
En Choluteca, Honduras, las pandillas le impedían ir a clases y aunque le permitían trabajar como peón, a menudo le quitaban lo que ganaba.
«Querían el dinero para comprar drogas. Yo sé que al llegar a EEUU voy a tener que trabajar para poder estudiar, porque no va a ser gratis, pero valdrá la pena». Lo primero que desea es que le den el permiso de entrar al país y luego a la escuela: «De ahí, vamos a ver qué es lo que me puede gustar. Tal vez estudiar para ser doctor o maestro».
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El es Ángel, un jornalero decidió huir de su casa en el central departamento de Yoro, en Honduras, tiempo después de que pandilleros de la MS-13 mataran a su hermano.
«Era un profesor rural que no se metía con nadie, así que no sabemos el motivo». Dos meses más tarde, los mismos criminales asesinaron a su sobrino y le advirtieron que le pasaría lo mismo si no obedecía todo lo que le pedían que hiciera. Así que decidió marcharse; en la huida, recorrió diversos pueblos de Honduras.
Entonces, los pandilleros decidieron ser más crueles: «Golpearon y violaron a mi madre, una mujer de 87 años, porque querían que les dijera dónde estaba yo, para hacerme regresar; yo tengo pruebas de todo eso, fotos del hospital». Como no podía trabajar de manera estable, decidió unirse a la caravana con su hijo de 5 años.
«Esperamos que nos concedan asilo. Si nos lo niegan vamos a estar en mucho peligro, pero si lo conseguimos, vamos a ver cómo vamos a ayudar a los demás en la familia».
Esta es la realidad de miles de hondureños, salvadoreños y guatemaltecos que viajan en la caravana huyendo de la pobreza y inseguridad que impera en estos países.
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