Considerado el puente más antiguo del distrito central y declarado monumento nacional por el Instituto Hondureño de Antropología e Historia, el Puente Mallol se erige como un ícono de la capital, al cual rendimos homenaje en estos 203 años de independencia.
Construido en 1821 sobre el río Choluteca, el Puente Mallol ha sido testigo de la evolución de nuestra ciudad capital, Tegucigalpa.
En la actualidad, el puente se encuentra en estado de abandono y atrapado por el comercio informal, pero en su apogeo, fue el paso más importante que unió a dos ciudades que durante muchos años permanecieron distantes, tanto en espacio como en ideología y administración. Hoy en día, ya no cruzan sus caminos carretas, sino autobuses, motocicletas y todo tipo de vehículos.
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El Puente Mallol es una de las joyas de la arquitectura colonial que aún se preserva en la capital. No solo es un patrimonio tangible de nuestra ciudad y nuestra historia nacional, sino que también representa un componente crucial en los esfuerzos de la alcaldía por preservar nuestro legado cultural.
Este puente ha resistido 200 años de historia gracias a su fortaleza. Durante este tiempo, ha logrado unir a las grandes ciudades de Tegucigalpa y Comyaguela. Esta joya fue construida con piedra y madera, mostrando la calidad de su infraestructura a lo largo de los años.
A lo largo de su existencia, el puente ha soportado fenómenos climáticos como el huracán Mitch y diversas inundaciones que han deteriorado su estructura. Una construcción de este tipo, que ya tiene 200 años, nos habla de la calidad de los criterios de construcción utilizados, similares a los de los acueductos romanos, basados en piedra, arcilla y otros materiales.
El Puente Mallol ofrece vistas panorámicas de la ciudad y lleva el nombre de Narciso Mallol, el último alcalde que tuvo Tegucigalpa durante su construcción.
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