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¿Qué puede sentir Juan Carlos Bolaños en la cárcel? (Primera parte)

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La vida del empresario Juan Carlos Bolaños y el comité de crédito del Banco de Costa Rica (BCR) ha cambiado de la noche a la mañana, luego de vivir en la holgura durante años, ahora están con todo tipo de indiciados (sospechoso de un delito pero no acusado), compartiendo en la celda del Primer Circuito Judicial (PCJ).

A pesar de que ha sido imposible hablar con cada uno de los implicados, en Once Noticias quisimos darle al lector una imagen clara de lo que pueden estar pasando y para ello nos hemos contactado con personas que han pasado esta clase de experiencias, algunos de ellos, encontrados inocentes luego de largos procesos, otros aún en juicio y al menos uno que cumple condena efectiva. Todos han preferido guardar el anonimato.

La descripción inicia con la imagen de las celdas del (PCJ) a las que son llevados luego de la captura por parte de los agentes del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) y en donde el Ministerio Público los ubica mientras hace la petición de medidas cautelares. Según cuentan «una especie de calabozos medievales» ubicados bajo los Tribunales de Justicia.

Cada una tiene un área de 6 x 4 metros y alberga a cerca de 20 reclusos. No disponen de luz natural, ya que no hay ventanas al exterior, por lo que la única manera de más o menos saber la hora del día, es contando las horas en las que apagan las luces en la noche y a través de las comidas que les llevan a los reos.

Entran en ellas después de que les han quitado los cordones de los zapatos, la faja del pantalón, corbatas, relojes, lentes; todo lo que pueda ser usado por ellos o contra ellos como un arma.

Ahí los reclusos no tienen la posibilidad de hablar con nadie del exterior, no se les permite hacer llamadas telefónicas, mucho menos la visita de su familia; tan solo a su abogado ven una vez por día. Aparte de eso, el único contacto es con quienes les acompañan en el claustro y los oficiales que les vigilan.

Entre los presidiarios, de una vez se marca una especie de jerarquía, impuesta por la pura fuerza física y el poder de intimidación que solo da los «años de calle». Es ahí donde figuras como el importador de cemento sienten verdadero temor, tal y como lo dijo su abogado Juan Marcos Rivero, pues al ser una figura conocida y al no pertenecer a ese mundo, se le abalanzan con todo tipo de amenazas.

Entre los indiciados puede haber asaltantes a mano armada, vendores de droga, bandas robacarros, hombres acusados de agresión intrafamiliar, en fin, de todo, desde implicados en delitos de cuello blanco, como notarios investigados por traspasos de tierras dudosos, hasta indigentes que llevan días sin comer, por lo que al llegar las horas de comida, los platos son pedidos, exigidos o arrebatados sin más a quienes no pueden defenderlos.

A cada uno se le entrega un plato plástico con comida, parecido a los recipientes del servicio exprés de los restaurantes chinos, pero con comida similar a un casado. El refresco se les entrega en bolsas, a las cuales deben hacer agujeros con los dientes. No es tan mala la comida, según dicen, pero muchos apenas y la prueban, ante la «insistencia» de los vecinos y el asco que sienten de las condiciones del lugar.

Quienes lo han vivido relatan a partir de esa panorámica general, rasgos puntuales de ese encierro que no han podido olvidar, como el olor que entra directo al tabique de la nariz y se queda pegado en el cerebro, aroma característico de algunos de que los allí conviven, mezclado por la humedad soporífera de la celda en el subsuelo, repleta con una veintena de hombres. A la vista de todos, está una especie de taza hecha de concreto, en la que los desechos van a dar unos metros más abajo en un hueco del que el olor se levanta.

«Al llegar el momento, en que no se puede aguantar más, uno solo se sienta y pide que miren para otro lado; algunos lo hacen, otros no, se quedan viendo y uno es víctima de toda clase de comentarios. Al finalizar, hay que pedir el papel al guarda y mojarse las manos en un tubo que sale de la pared y apenas tiene una llave de paso», comenta uno de los entrevistados.

Para bañarse, a los indiciados los llevan a un pequeño baño, de menos de un metro cuadrado, en el cual la llave solo tiene la opción de abierto y cerrado y del cual sale un chorro de una pulgada y media de diámetro, «El agua más fría que se puede sentir en la vida».

Sin siquiera una barra de jabón para poder asearse, cada minuto el pequeño cubículo de metal es golpeado por el oficial que espera afuera, para que recordarle el tiempo que lleva ahí. «Es tan pequeño y oscuro, que no puede uno ni verse el cuerpo mientras se baña».

Al terminar el baño, deben secarse con la misma ropa que llevaban puesta. Solo a quienes amigos o familiares les llevan un cambio de prendas pueden permanecer secos, el resto, a soportar el día con el frío de la tela mojada adherida a la piel.

A la noche, solo apagan las luces y les arrojan colchonetas individuales de cerca de una pulgada  grosor, las cuales están húmedas, ya que en la mañana las retiran y son empapadas un una manguera, para luego solo dejarlas tendidas bajo techo, en contacto unas con otras.

En ellas los reos duermen unos junto a otros, a la altura del suelo. Muchos no duermen, permaneciendo en estado de vigilia, aterrados de lo que pueda pasar. Otros, lo hacen por intervalos de apenas minutos, en noches eternas en las que el miedo y el cansancio luchan por ganar. Afuera tan solo un oficial queda en turno.

Un «verdadero infierno» aseguran que es los que por ahí han pasado. La impotencia de saberse «solo» en una pequeña habitación llena de hombres desconocidos y peligrosos, la pérdida de la noción del tiempo, las conversaciones completamente ajenas. Las burlas y amenazas de quienes ya tienen experiencia.

Sin embargo, lo peor es pensar en lo que vendrá, imaginarse ya en la cárcel, con todo lo que se ha dicho de ella y las historias que desde la misma celda del PCJ llenan las horas de espera. Los días que se pasa ahí, gran parte de los pensamientos se ocupan en temer lo que viene, las personas con las que se encontrarán, el pavor a ser asesinado y por supuesto, imaginarse afuera, con la familia. Pensar ¿qué pensarán de mí?

 

Mañana continuamos con la segunda parte de esta serie de testimonios.

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6 Comments

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  • Escrito con la pluma del drama.
    Ciertamente debe ser terrible, y más para los de cuello blanco, pero tal vez es poco probable que esa violación de Derechos Humanos se de en el corazón mismo del Poder Judicial de Costa Rica.
    O, al menos por humanidad, es lo que quiero pensar en mi total ignorancia de tema.

  • Drama humano y todo, está calculado. Es parte del negocio; el delincuente de cuello blanco que no es intocable y es astuto, sabe que le toca un tiempo encerrado. Muchas personas estudian años por una carrera o trabajan años por un capital. El delincuente se jala la zorrada, paga con cárcel y sale a disfrutar.

  • Muy morboso el artículo, aqui es donde se nota el interes mediatico y no el acto en si de la noticia de interes.
    Para mi, no califica como un artículo noticioso, sino como un morboso relleno a la poca cspacidad profesional del periodista y del que hace la edicion.

    • Don Manuel:
      Muy acertadas sus palabras para ese medio escrito ONCE NOTICIAS, por artículos tan baratos como éste y otros que se suman, es que nuestro país cada día carece de información certera y veras.

      El amarillismo les gana, el deseo de vender la información a costa del dolor ajeno los tienen sin mayor cuidado, me interese por leer el articúlo pero, cuando note el interes mediatico de ésta nota mejor obte por abandonar la lectura.
      Att: Felipe Hernández